(En el partido Las Palmas- UD Almería, el delantero rojiblanco Charles tuvo que lanzar un penalti que podía sentenciar el partido. En la portería no había portero. El tiempo se le hizo interminable. Esta es mi reflexión de andar por casa de una situación tan absurda como estresante)
Minuto 85, Las Palmas 0-UD Almería 1. (foto Marca) |
A
lo largo de un partido de fútbol hay situaciones angustiosas en forma de
presión del rival, imposibilidad de desvelar el entramado táctico enemigo o la
velocidad vertiginosa de las manecillas del reloj cuando las cuentas no salen.
En cualquier caso, quizás porque son situaciones probables, admitidas y en
ocasiones ya vividas, la reacción a esa inquietud es sobrellevada. Sin embargo,
cuando algo no es normal, cuando un detalle se sale de los parámetros que el
cerebro entiende como previsibles, ahí es cuando una situación, incluso
favorable, puede ser angustiosa.
Es
sólo una reflexión sin rigor alguno pero, en mi caso y por lo visto también en
el del protagonista, el penalti que el delantero rojiblanco Charles tuvo que
lanzar el pasado sábado fue de esos que parecen no tener final. Con los tres
cambios realizados, la UD Las Palmas cometió falta en su área. Penalti y
expulsión del portero. Un gol de ventaja en el marcador, poco tiempo por jugar,
opción de sentenciar la suerte del rival y enfrente, bajo los palos y vestido
con una improvisada camiseta para la ocasión, un futbolista de a pie en funciones
de portero. Todo favorable para el lanzador. Todo estresante. El tiempo, como
dijo Charles al final del encuentro, se le hizo eterno. El gol, simplemente un
alivio y no tanto una alegría.
Hace
años la UD Almería vivió la situación inversa con el defensa Cervián haciendo
las veces de guardameta. El estrés del rival le hizo fallar y el error dio la
vuelta a España condenando a la risa fácil al desgraciado protagonista de cuyo
nombre quiero pero no puedo acordarme.
Charles,
ante Las Palmas, consiguió un gol importante para él por cuanto pasó
desapercibido. El error, con total seguridad, le hubiera catapultado a la fama
de los antihéroes. Hay momentos en los que el tiempo no corre y la mente de un
hombre, también deportista, le sitúa por casualidad en un cruce de caminos. El
sábado ocurrió así. A mí, simple espectador, el lapso de tiempo me pareció interminable,
como a Charles. También apasionante, supongo que no a él. Claro que el que se
jugaba un buen cacho de su reputación era el futbolista rojiblanco. Final
feliz. Qué alivio.
(Publicado en Diario IDEAL, sección Deportes, el día 9 de octubre de 2012)
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