(actualidad UD Almería)
Si
algo bueno dejó el partido de la pasada jornada ante el filial del Barsa fue
que, además de comprobar que la UD Almería ha adquirido una personalidad sólida
que le puede llevar a Primera, pese a las constantes zancadillas, también se ha
acabado con la leyenda de que la gente de Almería pasa del fútbol. El estadio
lleno dejó claro que eso no es verdad. Tal vez el matiz está en que el personal
no está por pagar lo que valen o dicen que valen las entradas para un
espectáculo siempre incierto.
La
decisión del club rojiblanco de poner a precio de saldo las entradas sobrantes
haciendo participar en el experimento a diferentes agentes sociales, entiéndase
prensa escrita, ha levantado ampollas en parte del sector más fiel de la
afición, aquel que se apunta al carro a principio de temporada y al que siempre
hay que estar agradecido. Ahora bien, como empresa privada que es, esta S.A.D.
puede tomar decisiones en el sentido que considere más beneficioso.
Aspecto habitual |
Gradas llenas |
Si
jornada tras jornada queda de manifiesto que sobran diez mil asientos porque el
mercado del fútbol en Almería así lo dicta, cualquier medida desesperada del
club por vender sus localidades disponibles me parece legítima. Son las normas
que rigen el mercado, sin más. Del mismo modo que el billete de una compañía
aérea puede variar sustancialmente de precio según el momento de su
adquisición, siempre con la finalidad en el horizonte de llenar los aviones y
no viajar a media carga, cualquier club puede decidir qué hacer con su stock de
sillas para que no queden vacías.
No
es ninguna falta de respeto al abonado que, en definitiva, decidió asegurarse
una buena localidad para todos los partidos y para ello tuvo que comprar en
julio a un precio estipulado entonces. Perfiles de aficionados hay muchos y
también debe contar aquel al que no le importa un partido u otro, una silla u
otra, pero sí un precio sobre otro. Aquella familia que programa sus vacaciones
con antelación a un destino elegido siempre pagará más, mucho más, que aquella
otra que viaja al mismo lugar comprando el sobrante y arriesgándose a no viajar
o hacerlo a lugar diferente. El precio de un piso de idénticas características
comprado a la misma empresa puede variar considerablemente según las circunstancias
del mercado. Pues eso mismo. Un club de fútbol está sometido a esas mismas
reglas del mercado y las circunstancias cambiantes le obligan a adaptarse con
celeridad para seguir siendo viable.
El
argumento de que en el fútbol existen los sentimientos tiene un recurrido
limitado porque antes y muy por encima, se trata de un espectáculo que genera
pérdidas o beneficios y son estos últimos los criterios primeros a la hora de
tomar decisiones. Si pueden coincidir con aquellos, mejor.
Así
las cosas, para el próximo mes de julio el consumidor de este producto
deportivo podrá optar, nuevamente, por asegurarse un buen lugar para disfrutar
cada jornada de su hobbie o bien esperar a que el mercado dicte nuevos precios
aún a costa de una peor ubicación y de no poder elegir el partido deseado. Es
lo que tiene la economía de mercado y la libertad para tomar decisiones.
(Publicado en Diario IDEAL, el 23 de febrero de 2013)