jueves, 24 de enero de 2013

DE LA TRAICIÓN AL ABONADO, por Javier

(actualidad UD Almería)

 

            Si algo bueno dejó el partido de la pasada jornada ante el filial del Barsa fue que, además de comprobar que la UD Almería ha adquirido una personalidad sólida que le puede llevar a Primera, pese a las constantes zancadillas, también se ha acabado con la leyenda de que la gente de Almería pasa del fútbol. El estadio lleno dejó claro que eso no es verdad. Tal vez el matiz está en que el personal no está por pagar lo que valen o dicen que valen las entradas para un espectáculo siempre incierto.
            La decisión del club rojiblanco de poner a precio de saldo las entradas sobrantes haciendo participar en el experimento a diferentes agentes sociales, entiéndase prensa escrita, ha levantado ampollas en parte del sector más fiel de la afición, aquel que se apunta al carro a principio de temporada y al que siempre hay que estar agradecido. Ahora bien, como empresa privada que es, esta S.A.D. puede tomar decisiones en el sentido que considere más beneficioso.
Aspecto habitual
Gradas llenas
            Si jornada tras jornada queda de manifiesto que sobran diez mil asientos porque el mercado del fútbol en Almería así lo dicta, cualquier medida desesperada del club por vender sus localidades disponibles me parece legítima. Son las normas que rigen el mercado, sin más. Del mismo modo que el billete de una compañía aérea puede variar sustancialmente de precio según el momento de su adquisición, siempre con la finalidad en el horizonte de llenar los aviones y no viajar a media carga, cualquier club puede decidir qué hacer con su stock de sillas para que no queden vacías.
            No es ninguna falta de respeto al abonado que, en definitiva, decidió asegurarse una buena localidad para todos los partidos y para ello tuvo que comprar en julio a un precio estipulado entonces. Perfiles de aficionados hay muchos y también debe contar aquel al que no le importa un partido u otro, una silla u otra, pero sí un precio sobre otro. Aquella familia que programa sus vacaciones con antelación a un destino elegido siempre pagará más, mucho más, que aquella otra que viaja al mismo lugar comprando el sobrante y arriesgándose a no viajar o hacerlo a lugar diferente. El precio de un piso de idénticas características comprado a la misma empresa puede variar considerablemente según las circunstancias del mercado. Pues eso mismo. Un club de fútbol está sometido a esas mismas reglas del mercado y las circunstancias cambiantes le obligan a adaptarse con celeridad para seguir siendo viable.
            El argumento de que en el fútbol existen los sentimientos tiene un recurrido limitado porque antes y muy por encima, se trata de un espectáculo que genera pérdidas o beneficios y son estos últimos los criterios primeros a la hora de tomar decisiones. Si pueden coincidir con aquellos, mejor.
            Así las cosas, para el próximo mes de julio el consumidor de este producto deportivo podrá optar, nuevamente, por asegurarse un buen lugar para disfrutar cada jornada de su hobbie o bien esperar a que el mercado dicte nuevos precios aún a costa de una peor ubicación y de no poder elegir el partido deseado. Es lo que tiene la economía de mercado y la libertad para tomar decisiones.

(Publicado en Diario IDEAL, el 23 de febrero de 2013)

miércoles, 9 de enero de 2013

CUANDO EL RÍO SUENA, por Javier



La UD Almería tiene el ascenso a tiro, más cerca incluso que sus rivales más próximos, siempre que sea capaz de superar sus dudas de la primera fase de la liga y encontrar, por fin, un patrón de juego definido, una propuesta continuada, una personalidad consolidada.

                Porque las cosas, digan lo que digan la clasificación y aquellos que no miran más allá del resultado, no han ido del todo bien desde verano hasta Navidad y sin embargo la segunda posición está ahí mismo. Alcorcón y Girona, rivales directísimos, viven en estado de euforia mientras que en Almería las caras de circunstancias no terminan de irse. La más sencilla de las ecuaciones diría que si los rojiblancos superan sus deficiencias internas, sin duda que externamente, en juego y clasificación, apreciarían mejoras. Vale, no es una ecuación matemática pero intuyo que el resultado sería el esperado.

                Lo cierto es que la UD Almería no ha conseguido unificar estados de ánimo entre sus aficionados en los que se han podido contar más cabezas bajas que mentones al cielo. Los rojiblancos ganaban por su potencial y por el respeto que imponen a sus rivales pero, salvo en un par de ocasiones, parecían caminar en la cuerda floja y si bien andaban sobre ella con paso firme, algo hacía presagiar que podían caer al vacío. Tres malos resultados antes de Navidad y algún aviso de deserción, uno ya consumado, han puesto sobre la mesa que no todos remaban en la misma dirección.

                Es más, tras la derrota ante el Alcorcón para despedir 2012, todos esperábamos la reacción de Alfonso García. En la sala de prensa del Mediterráneo algunos fuimos testigos de cómo el presidente no culpaba a su técnico, al que incluso animó, sin que por ello pudiera disimular su desolación. García era y es consciente de que existían varios problemas que había que atajar y se encontraban en lo más hondo del equipo. El resto, lo sucedido y lo que está por venir, deja bien claro que los resultados escondían un virus latente que de no atajarlo a tiempo acabaría con la buena salud del colectivo. Y en ello ha estado y sigue estando don Alfonso, bisturí en mano, tratando de cerrar heridas, evitar secuelas y penosas recaídas. 

(Publicado en Ideal Almería, 9 de enero 2013)