miércoles, 31 de octubre de 2012

CORONA, EL CLUB Y SU GENTE, por Javier



El club cierra filas en torno a Corona como reacción a la crítica silbada de un sector de la grada que no termina de ver con buenos ojos las últimas actuaciones del futbolista. Curiosamente, ese grupo de aficionados díscolos es parte del activo del club, gente que la propia UD Almería trata de cuidar, tanto como a sus jugadores, porque son de los pocos que acuden a ver, a animar y llegado el caso, también a protestar según su propio entender.

            El dilema es que todo queda en casa y tanto críticos, criticados y defensores de unos y otros, forman parte de un todo que necesariamente busca equilibrio para mantenerse en pie.
            El fútbol, más bien todo lo que rodea al juego en sí, es una pura contradicción. Siempre se dijo que es proceder de público sabio no mostrar enfado sino apoyo incondicional en los malos momentos y esperar a que escampe para manifestar desagrado. Es ahora, cuando las cosas van bien y no hay peligro de caída libre, cuando algunos hacen notar su malestar, tal y como marca el libro no escrito de las buenas maneras futboleras. Y es gente que, además, no va a faltar si el destino se torna gris porque ya han estado antes en situaciones críticas. Aún así, se les reprocha su expresión.
            El caso es que no me parece mal momento para mostrar, quien quiera, su disconformidad con algo que no sea de su agrado, precisamente ahora que no hay margen para desestabilizar. Que otros, con la misma razón, prefieran disfrutar obviando lo que no les gusta, no implica que el resto actúe mal. Si hay lamentos, es por algo. Si hay alegría, también. Si ambas coinciden, pues también. Digo yo.
                                                                                 foto Ideal
            Creo que Miguel Ángel Corona agradece el apoyo de los que ahora le defienden pero estoy seguro de que no le preocupa la crítica recibida. Él es inteligente, muy por encima de la media de los futbolistas del mundo entero, sabe que está expuesto al jurado popular y que este se manifiesta a lo bestia, a grito limpio, haciendo exagerada la queja y aumentando hasta la deformación grotesca el lamento. En un evento de masas no hay matices a la hora de expresarse. O aplausos de aprobación o silbidos de disconformidad. Sin más. Pero ni una encumbra ni otra lapida al receptor que, no sería la primera vez, coincide en el mismo partido y en la misma persona.   
            No es un drama que no haya unanimidad, precisamente ahora que es tiempo de corregir. En zona de descenso sí que no hay margen para disentir. Y Corona, estoy seguro, así lo entiende. Porque los que silban, apuesto que la mayoría de ellos, admiran a este futbolista que es diferente, dibuja el fútbol como nadie y transmite sensibilidad, saber estar y cariño sólo con mirar. Los silbadores lo saben pero, supongo, no tienen otra manera de decirle a él que quieren verle siempre bien y al club que hace falta otro creador más, como Corona.
         Y abro otra línea más de juego que no de fuego. Ni estoy con los complacientes ni con los disidentes. Disfruto cada minuto que veo a la UD Almería en zona de ascenso directo pero eso no me impide creer que hay potencial para ofrecer un espectáculo más divertido. Creo en este proyecto y en sus jugadores, confío en él y por eso, en momentos de vacas gordas, al tiempo que les muestro mi respeto y admiración por los objetivos logrados, les pido más porque pueden dar más. Aunque parezca mentira.


(Artículo publicado en la sección de deportes del diario IDEAL, el día 30/10/2012)

miércoles, 17 de octubre de 2012

LA RUEDA DE VETTEL, por Javier

(Artículo futbolero pese al título automovilístico)

Está el patio rojiblanco perfecto para retratarnos. El juego y los resultados, las sensaciones y las certezas a las que nos ha llevado la UD Almería, ha creado una paradoja que ni Einstein ni Hawking ni ambos a la vez serían capaces de resolver. Resulta que los de Javi Gracia, en la novena jornada, han realizado uno de los mejores inicios de competición que se recuerdan. Son segundos, en zona de ascenso directo y sólo un líder de altos vuelos los mejora. Pero no juegan bien y hasta tal punto no lo hacen que se convierte en algo objetivo.
             Dicen que palos con gusto no duelen. Bueno, pues esto es lo contrario y tampoco es que duela pero sí despista un poco. Es un cruce de estados de ánimo curioso. Con el Almería arriba del todo, cumpliendo de sobra el objetivo, andamos mirándonos de reojo. Y ahí llegan los debates fratricidas. El resultado final es, en muchas ocasiones, capaz de cambiar la percepción sensorial del estímulo. El domingo ante el Córdoba, por ejemplo, el desarrollo del juego y las oportunidades fueron, objetivamente, para un resultado de 0-3. Pero la fortuna en momentos clave cambiaron el orden de las cosas y el 3-0 final mintió sobre lo sucedido realmente. Una visión objetiva exige apreciar que más que un canto a la pegada de sus delanteros, el Almería vivió una confluencia planetaria, como la de Zapatero y Obama que decía aquella lumbrera, que le permitió golear cuando debió ser vapuleado. 
            El día después, una visión como la que aquí expongo, convierte a uno a ojos de otros en un traidor y un desertor de la causa. Menuda causa, por cierto. Y es que, como decía Lillo y Oltra y tantos y tantos entrenadores que se han sentado en el banquillo mediterráneo, los análisis siempre parecen hacerse mirando el marcador final.
       Me decía ayer un amigo, que de fútbol sabe poco pero del resto un montón, que si somos complacientes por el resultado, renunciaremos a resolver errores. Pues eso mismo.
            No me vale, porque no lo pretendo, el debate de que mejor así que jugar bien y no ganar. Pues claro, hombre, dónde va usted a parar. Pero es que algo en el motor falla, da error, y tarde o temprano puede estallar si no se repara a tiempo. Lástima que no le pasara lo mismo a la rueda de Vettel el otro día, que aguantó hecha trizas hasta cruzar primero la línea de meta.

 (Artículo publicado en diario IDEAL el día 16 de octubre de 2012)

miércoles, 10 de octubre de 2012

ANUNCIOS POR PALABRAS, por María Rosa




Las  mujeres periodistas de Andalucía han conseguido que los anuncios de contactos en TV, en horario protegido, vayan a la Fiscalía, tras su denuncia ante el Consejo Audiovisual de Andalucía. Hacía tiempo que venían trabajando en ello pero la iniciativa tuvo poco éxito ya que esos clasificados son, a veces, una importante fuente de ingresos para algunos medios de comunicación.

Pero en los APP (Anuncios Por Palabras) tienen cabida no sólo éstos citados sino los más variados, desde vender y comprar hasta agradecer favores. Hay quien, cada mañana, los lee junto a las esquelas mortuorias, para estar al día.
El pintor Francisco de Goya ya anunciaba sus aguafuertes a 320 reales la colección de 80 estampas.(Diario de Madrid 1799).
Helenio Herrera, el famoso entrenador de fútbol, publicó en 1971 en el diario italiano "Il Messagero", al ser despedido del Club Roma: "Busco un club con presidente serio para poder firmar con toda confianza y que respete los acuerdos escritos y hablados".
            En “El Excelsior” de Méjico en 1987 se podía leer: "Vendo nicho a perpetuidad en el Panteón de Las Lomas. O cambio por automóvil".
              En la década de los sesenta, en un diario de Massachusetts, se publicó este APP: "Deseo expresar mi agradecimiento a los seiscientos electores de distrito que apoyaron mi candidatura como concejal, así como a los setecientos que me prometieron su voto. A los cuatrocientos que dijeron haberme votado y especialmente, a los noventa y dos que, efectivamente, lo hicieron".
  Aquí, los candidatos en cualquier proceso electoral (excepto al Senado) no tienen que pedir ni agradecer ni ironizar, individualmente, el voto de los electores de su ciudad. Se esconden, la mayoría, en las siglas de los partidos que cierran sus listas a cal y canto.



(Artículo publicado en La Voz de Almería)

martes, 9 de octubre de 2012

EL PENALTI MÁS LARGO, por Javier


(En el partido Las Palmas- UD Almería, el delantero rojiblanco Charles tuvo que lanzar un penalti que podía sentenciar el partido. En la portería no había portero. El tiempo se le hizo interminable. Esta es mi reflexión de andar por casa de una situación tan absurda como estresante)


Minuto 85, Las Palmas 0-UD Almería 1. (foto Marca)


A lo largo de un partido de fútbol hay situaciones angustiosas en forma de presión del rival, imposibilidad de desvelar el entramado táctico enemigo o la velocidad vertiginosa de las manecillas del reloj cuando las cuentas no salen. En cualquier caso, quizás porque son situaciones probables, admitidas y en ocasiones ya vividas, la reacción a esa inquietud es sobrellevada. Sin embargo, cuando algo no es normal, cuando un detalle se sale de los parámetros que el cerebro entiende como previsibles, ahí es cuando una situación, incluso favorable, puede ser angustiosa.
               Es sólo una reflexión sin rigor alguno pero, en mi caso y por lo visto también en el del protagonista, el penalti que el delantero rojiblanco Charles tuvo que lanzar el pasado sábado fue de esos que parecen no tener final. Con los tres cambios realizados, la UD Las Palmas cometió falta en su área. Penalti y expulsión del portero. Un gol de ventaja en el marcador, poco tiempo por jugar, opción de sentenciar la suerte del rival y enfrente, bajo los palos y vestido con una improvisada camiseta para la ocasión, un futbolista de a pie en funciones de portero. Todo favorable para el lanzador. Todo estresante. El tiempo, como dijo Charles al final del encuentro, se le hizo eterno. El gol, simplemente un alivio y no tanto una alegría.
                Hace años la UD Almería vivió la situación inversa con el defensa Cervián haciendo las veces de guardameta. El estrés del rival le hizo fallar y el error dio la vuelta a España condenando a la risa fácil al desgraciado protagonista de cuyo nombre quiero pero no puedo acordarme.
                Charles, ante Las Palmas, consiguió un gol importante para él por cuanto pasó desapercibido. El error, con total seguridad, le hubiera catapultado a la fama de los antihéroes. Hay momentos en los que el tiempo no corre y la mente de un hombre, también deportista, le sitúa por casualidad en un cruce de caminos. El sábado ocurrió así. A mí, simple espectador, el lapso de tiempo me pareció interminable, como a Charles. También apasionante, supongo que no a él. Claro que el que se jugaba un buen cacho de su reputación era el futbolista rojiblanco. Final feliz. Qué alivio.

     (Publicado en Diario IDEAL, sección Deportes, el día 9 de octubre de 2012)


martes, 2 de octubre de 2012

CAPRICHO ALMERIENSE, por Javier

UD ALMERÍA

Resulta que las gradas de fondo, tan demandadas por la afición y con la prensa como principal altavoz, ya están puestas. Tan rojas y blancas, con las siglas del equipo y todo, tan bonitas y llamativas. Dicen los que la han visitado, no es mi caso, que desde allí el fútbol se ve incluso mejor que desde los laterales. Es la pequeña joya del club para honrar a los exigentes aficionados almerienses que, finalmente, la han convertido en bisutería.
Gradas supletorias en el estadio Juegos Mediterráneos
        Resulta, además, que parecían pocos los asientos disponibles en los nuevos fondos y, mira por donde, hasta son demasiados. Algo más de media entrada es a lo que se llega detrás de las porterías. Allí van seguidores que, en algunos casos, son emigrantes de las zonas de preferencia y tribuna. Pocas caras nuevas se ven ya por las gradas mediterráneas donde, como son tan escasos, empiezan a conocerse unos a otros y a preguntarse por la familia e incluso compartir bocadillos en los descansos.
            Es desolador y el club ya sí queda exento de cualquier responsabilidad por la falta de compromiso social. La decisión de colocar las gradas de fondo para ver bien el fútbol, porque así lo pedíamos como solución a la sequía de aficionados, nos ha vuelto a dejar bien retratados a los almerienses. Ahí las tenemos, para llenarlas, porque así lo pedíamos, así lo exigíamos. Y ahí están, medio vacías. Como el resto del estadio. Como tantas cosas en esta ciudad.
            En Almería son necesarias, regularmente y cada pocos años, algunas obras de esas que producen lo que los galenos llaman efecto placebo. Nos morimos en esta ciudad si no hay aparcamientos subterráneos y nos ahogamos con tanto tráfico. Un servidor ve, un día sí y otro también, el magnífico parking de Padre Méndez vacío en un 80% de sus plazas. En la Avenida Vilches es incluso peor. Y en tantos otros. Pero los tenemos. Son nuestros. No los utilizamos pero ahí están, para decir que nuestra ciudad es mejor. Como ya ocurrió con el puente que cruza las vías del tren o el de Pescadería. Parecía un crimen institucional obligar al ciudadano a cruzar la carretera a la altura de la Casa del Mar sin un paso elevado. Se construyó y después de muchos años sólo se ha utilizado para ver bien alguna que otra vuelta ciclista con destino en Almería y para que todos los usuarios de la vía Parque sepamos, con el glamour de una sábana vieja y algo de spray negro, que los tortolitos del barrio de turno se casan en breve. Pero ahí están esos puentes. Son nuestros y de nadie más. Y a callar.
            Cinco mil y pico, y poco, fueron los aficionados que 'despoblaron' las gradas del estadio. Los de siempre e incluso algunos menos. Los asientos de fondo están ahí, huérfanos, pero al menos han cerrado bocas. Es cuestión de tiempo que volvamos a exigir con insistencia y hasta displicencia que otros hagan obras y esfuerzos para uso común. Pero con nosotros que no cuenten. Almerienses.
                                       
                 (Publicado en IDEAL de Almería, el día 2 de octubre de 2012. Sección deportes)