La UD Almería tiene el ascenso a tiro, más cerca
incluso que sus rivales más próximos, siempre que sea capaz de superar sus
dudas de la primera fase de la liga y encontrar, por fin, un patrón de juego
definido, una propuesta continuada, una personalidad consolidada.
Porque las cosas, digan lo que digan la clasificación y aquellos que no miran
más allá del resultado, no han ido del todo bien desde verano hasta Navidad y
sin embargo la segunda posición está ahí mismo. Alcorcón y Girona, rivales
directísimos, viven en estado de euforia mientras que en Almería las caras de
circunstancias no terminan de irse. La más sencilla de las ecuaciones diría que
si los rojiblancos superan sus deficiencias internas, sin duda que
externamente, en juego y clasificación, apreciarían mejoras. Vale, no es una
ecuación matemática pero intuyo que el resultado sería el esperado.
Lo cierto es que la UD Almería no ha conseguido unificar estados de ánimo entre
sus aficionados en los que se han podido contar más cabezas bajas que mentones
al cielo. Los rojiblancos ganaban por su potencial y por el respeto que imponen
a sus rivales pero, salvo en un par de ocasiones, parecían caminar en la cuerda
floja y si bien andaban sobre ella con paso firme, algo hacía presagiar que
podían caer al vacío. Tres malos resultados antes de Navidad y algún aviso de
deserción, uno ya consumado, han puesto sobre la mesa que no todos remaban en
la misma dirección.
Es más, tras la derrota ante el Alcorcón para despedir 2012, todos esperábamos
la reacción de Alfonso García. En la sala de prensa del Mediterráneo algunos
fuimos testigos de cómo el presidente no culpaba a su técnico, al que incluso
animó, sin que por ello pudiera disimular su desolación. García era y es
consciente de que existían varios problemas que había que atajar y se
encontraban en lo más hondo del equipo. El resto, lo sucedido y lo que está por
venir, deja bien claro que los resultados escondían un virus latente que de no
atajarlo a tiempo acabaría con la buena salud del colectivo. Y en ello ha
estado y sigue estando don Alfonso, bisturí en mano, tratando de cerrar
heridas, evitar secuelas y penosas recaídas.
(Publicado en Ideal Almería, 9 de enero 2013)
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